

Ésta Gárgola, este guardián, el cual con una distintiva mirada, vacía y desinteresada guarda una larga espera. De entre aquellas gárgolas que funcionan de desagüe y de gárgola, refiriéndome a gárgola como ornamento y como guardián, son las más clásicas sin embargo esta gárgola es de aquellas que su función era meramente de gárgola. Nos muestran su deforme cuerpo de guardián alado, que guarda una poética inexpresión, con esa joroba que denotaba incluso un cierto cansancio, el cansancio de una larga espera de cientos de años que esperan algo perpetuo, como sentenciadas por su fealdad, destinadas a la nada por una idea que se funda en la mentira y las falsas esperanzas.

La gárgola permanece inmóvil, siempre viendo hacia el mismo lugar en que mira inerte, de manera vacía y desinteresada protectora ante algo que en realidad es inexistente, tan inexistente que ella misma luce como su enemigo imaginario para poder explicarse mejor ante los demás. Por momentos uno la observa y puede imaginar el silbido lastimoso que se genera el aire al pasar entre las asperezas de la piedra que le da forma a la misma. La gárgola reafirma el mal que según la iglesia se debe temer y ante el cual probé de protección, sin embrago no hay tal mal, por que el verdadero y único monstruo es la gárgola, y ahora que el tiempo ha pasado sobre ella ni siquiera es verdaderamente atemorizarte, es un monstruo burdo y carente de una verdadera fiereza. Recarga sus feas manos en su feo rostro casi avergonzado y eso uno lo interpreta como la misma vergüenza y desgano que tiene a la extraña espera obligada y vacía, desprendida de un sólido sentido y apegada a una vana razón de mera estética. El velo como la mentira Irán cayendo al vació la piedra se erosiona, la intemperie no perdona, y su disfraz indudablemente perderá forma y algún día será piedra y nada más.