En Egipto, las esculturas tenían por objetivo inmortalizar a un hombre a través de la imagen.
Sus obras tienen una connotación en cuanto a la muerte, la preservación, y por supuesto, la otra vida.
Amón-Ra fue el primer faraón, es decir, el primer dios hecho hombre, debido a esto él tenía que ser incorruptible, y esto se lograría a través de dos medios: La momificación, y el arte.
Las pirámides son la representación del ojo de Amón-Ra (que es el sol), su forma sugiere como descienden los rayos del sol (el mismo dios) y a su vez, son la tumba que ayudan a ascender al faraón (el dios hecho hombre).

Para apreciar la pintura egipcia tenemos que entender los fines con los que fue hecha(y esto es con todas las artes).
Cuando vemos una imagen nos pueden parecer hasta infantiles a primera vista, pero es totalmente incierto. Los egipcios, como se sabe, eran un civilización caracterizada por el orden, y el arte no se quedo atrás en este aspecto.
Las figuras buscaban ser representadas en su punto más característico. Si observamos una imagen humana, veremos que el torso esta de frente, los pies y la cara están de perfil, y el ojo se muestra como si fuera visto de frente. Todo en la forma más entendible posible.
No es que los egipcios no tuvieran capacidad de observación, sino que dentro de sus fines no estaba la verosimilitud del mundo real.

Para llevar a cabo sus obras, los egipcios se apegaban a rigurosas reglas, se trataba de una ley a la que todos sus trabajos de la sociedad parecían obedecer, a esto se le conoce como estilo.
Una vez que se saben los fines y las limitaciones que tenían, es más fácil criticar sus obras. Sabiendo esto queda a un lado esa forma infantil con la que parecen estar hechos sus trabajos y nos resulta su rigurosidad y armonía sorprendentes.